Digno de una visita

Javier Quiroz
México

Visita al Museo de Arte de Milwaukee

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El túnel del tiempo entre Calatrava y Saarinen

Comienzo confesando que hacía muchísimo tiempo no acudía a un museo de arte. La visita surge cuando mi amigo Lino Santacruz me lanza la invitación a distancia para que conociera el Museo de Arte en la ciudad de Milwaukee, estado de Wisconsin.

A Lino y a mí nos une una amistad en la que interviene Wisconsin y es por eso que esta visita cobró más valor que el solo hecho de visitarlo.

La aventura comenzó desde Chicago, manejando 50 millas, hasta completar el recorrido de una hora y 20 minutos desde mi casa.

Llegar a Milwaukee fue fácil y todavía más fue encontrar el museo. La firma de Santiago Calatrava se ve a la distancia: una imponente ave de acero y aluminio. Si el clima lo permite, es decir, si el viento no es demasiado fuerte, la estructura te puede saludar por la mañana y por la tarde.

Para mí, que no soy experto en museos y mucho menos de arte, el interés mayor fue el Quadracci Pavillion, la «nave nodriza» por describirlo de alguna manera.

Me llevo una sorpresa cuando estaciono el auto y me abrigo para salir: no es necesario, todo el estacionamiento tiene calefacción.

El segundo paso es dejar los abrigos en el auto y entrar al museo lo más cómodo posible.

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Tercer paso: ya con boleto en mano me siento más relajado para comenzar a descifrar lo que el español Calatrava quiso mostrar con su obra, es decir, la fusión de las líneas rectas con las curvas.

Estoy obligado a ver hacia el techo. Los cristales transparentes se mezclan con las líneas rectas que obligan al observador a buscar dónde se mezclan las geometrías. Si el día es soleado, el visitante lo disfrutará aún más y se sentirá obligado, además, a buscar figuras entre las nubes.

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Satisfecho con la visita al Quadracci Pavillion, lo que sigue es conocer el “War Memorial Center”, diseñado por arquitecto y diseñador finlandés-estadounidense Eero Saarinen. Aquí es donde se atesoran las 30 mil obras de arte que posee el museo. El edificio fue construido en honor a los soldados combatientes en la Segunda Guerra Mundial.

Para llegar hay que recorrer un largo pasillo que también está iluminado con el reflejo del agua del Lago Michigan.

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En el medio del camino hay un auditorio y una tienda pequeña tienda donde se pueden comprar recuerdos de la visita. Esta es la conexión entre lo antiguo y moderno. El “War Memorial Center” fue construido en 1955 y el “Quadracci Pavilion” en 2001.

De inmediato la desconexión se hace sentir. En el “War Memorial Center” hay más cemento y es gris; el Quadracci tiene más vidrio y acero y predomina el blanco.

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El recorrido frente a las obras de arte fluye rápidamente porque las salas son pequeñas y ágiles para la vista y al caminar. O quizás tuve esa sensación porque estaba pensando en terminar y salir a conocer el museo por fuera.

El frío no fue un problema y tampoco la nieve. Desde la calle Prospect se pueden tomar buenas fotografías de la entrada principal que adorna el puente que cuelga de un mástil soportado por gruesos cables de acero.

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Todos los ángulos del museo son «fotogénicos». Y como la visita la hice en invierno, la nieve acompaña muy bien las fotos del «ave» que reposa frente al lago.

Visitar el Museo de Milwaukee es unir dos épocas arquitectónicas de dos maravillosas obras que se funden en el pasillo que las conecta: es como un «túnel del tiempo arquitectónico».

Javier Quiroz es fotógrafo y reportero. Inició su carrera hace 25 años en su natal Nuevo Laredo, Tamaulipas, México. Actualmente trabaja y vive en Chicago, Estados Unidos.

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