Mis ideas para un mundo mejor

Harvey Higgins
Inglaterra

El amor es la respuesta

Concebido a finales de 1944 en la II Guerra Mundial, llegué al mundo el 20 de agosto de 1945, muy pocos días después de que lanzaran las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, y al poco tiempo de cesar las hostilidades con Japón. Eran tiempos difíciles y yo estaba destinado a llevar una vida más bien turbulenta y cambiante.

Antes de mí había tres hermanos y dos abortos. La desesperación y determinación de mi madre por tener una hija debe haber sido algo casi imposible de soportar para mi callado pero inteligente padre. Los tiempos difíciles, la comida racionada y una constante inquietud por la seguridad de la familia en tiempos de guerra era ya suficiente de qué preocuparse, sin esperar más bebés que alimentar y más presión en las severamente limitadas finanzas de la familia.

El cuarto niño, y no la tan deseada niña, había llegado. Mi infancia tuvo limitaciones de todo tipo. La obediencia y la aceptación formaron la base de mis primeros años hasta que cumplí los 18. Mi madre metodista buscó para mí algún tipo de éxito futuro a través de un control estricto e irracional, así como con una filosofía inflexible del “haz lo que te digo”. La vida era dura y realmente no se me dio la oportunidad de ser quien era. Fui más bien una tímida marioneta cuyos hilos manejaban la época y mi madre. Mi padre no tuvo más opción que quedarse resignado y al margen, padeciendo el ataque de otra boca que alimentar, más ropa que encontrar e incluso más años de trabajo arduo y rutinario antes de que la responsabilidad de criar niños dejara de pesar sobre sus hombros y pudiera por fin retirarse en paz a su mundo de lectura y jardinería.

Desde una edad temprana y tras reiterados esfuerzos en vano por tener la tan ansiada hija, me encontré solo bajo un ambiente metodista puritano, con tres visitas a la capilla cada domingo y donde el amor, los besos y los abrazos eran casi totalmente reemplazados por un gesto rígido, “oír y callar”, buen comportamiento y obediencia. Había muy poco espacio para las necesidades individuales de cada niño. Como todos los niños, yo era diferente y quizás, como muchos otros, necesitaba un poco más de observación y atención.

Ahora, rememorando mi infancia y con ayuda de la experiencia y la sabiduría de mis 67 años, me gustaría compartir con cualquiera que desee escuchar, mis sencillas ideas para un mundo mejor. Realmente creo que este amor sincero, humilde, del que he hablado y del que he carecido es de inmensa, si no es que de vital importancia en nuestro mundo rápidamente cambiante: la apertura para aceptar, reconocer, apreciar y respetar al otro. Siento que el amor es la mirada abierta, la sonrisa honesta, el toque suave y amigable, el oído que escucha y la palabra amable del prójimo. Qué distinto sería el mundo si amáramos al otro de verdad, tal y como nos dice claramente la Biblia.

En todo el mundo, cada uno de nosotros, sin importar la edad, la raza, el color, la orientación sexual o las creencias, quiere y necesita ser amado. Simplemente anhelamos y buscamos el entendimiento, la tolerancia y un lugar en el corazón del otro. Esperamos el saludo amistoso, espontáneo y deseamos sentirnos aceptados, incluidos y comprendidos. Fuera el egoísmo, la arrogancia, la intolerancia, la exclusión y diferenciación. Acarrea en su lugar simplicidad, igualdad y los sentimientos inocentes que tuvimos todos una vez y que hemos apartado, desacreditado y repudiado con excesiva facilidad. Todos somos gente de Dios, somos todos esencialmente lo mismo.

Es el discreto y humilde reconocimiento de la igualdad del hombre con el hombre y no el avance tecnológico y la disputa económica que vemos a nuestro alrededor, lo que nos adelantará en felicidad a un futuro verdaderamente mejor. Creo que son los pensamientos sencillos, amables y positivos los que generan mentes sanas y positivas. Estas mentes, a su vez, nos conducirán al bienestar social y humano a nivel internacional. Propongo simplemente amarse los unos a los otros, pues creo que es el único camino hacia el futuro y para un mundo mejor para todos nosotros, la raza humana.

Harvey Higgins nació en Yate, South Gloucestershire, Inglaterra. Es profesor y director de la English Language School en Cantabria, España.

Deja una respuesta