¡VIVA!
Mis comienzos
Comencé bailando jazz frente a un gran público en la famosa Carrera de Ciclismo de 6 días en Berlín. Una catástrofe. Por suerte, había muchos bailarines con talento. La madre de mi novio de aquel entonces opinaba que debería probar suerte como modelo, ya que mi figura, mis medidas y mi aspecto podían encajar. Encontró ropa adecuada y creó un estilo adecuado para mí. Hizo unas fotos y las envió a la única agencia de modelos que había en Berlín. Me aceptaron y en seguida llegó el primer contrato: toda una semana con varios desfiles de ropa de baño en un gran almacén. El trabajo fue estupendo, bien pagado, con compañeros agradables y el sueldo me hizo sentir independiente. Mi padre estaba encantado, ya que no tenía que darme dinero extra para mis gastos. Mi madre, sin embargo, estaba convencida de que con cada foto se pierde una parte de la propia personalidad.
Ser modelo en Berlín
Me encontraba entusiasmada, pero terminar la escuela era lo principal. No sabía lo que quería hacer después. Sopesé varias ideas, aunque ser modelo era lo que más me atraía. En Berlín Occidental era fácil debido al aislamiento derivado del Muro y rápidamente conseguí trabajos. Seguí así durante tres años considerando aún la posibilidad de estudiar una carrera. Una responsable de relaciones públicas en una empresa de moda me preguntó cómo concebía mi futuro. Tenía muy clara la intención de mantener mi cómoda vida laboral y de realizar una formación en una agencia de publicidad para poder observar, por ejemplo, una sesión fotográfica “entre bastidores”. Comencé una formación como agente publicitaria. Una única agencia de moda en la ciudad no era suficiente. Una vez el equipo creativo quiso elaborar un anuncio en el que aparecieran 5 asiáticas. Llamaron a la única agencia de la ciudad y solo disponían de tres en el archivo. Una estaba de vacaciones, la otra enferma, y la tercera ilocalizable. Había muy pocas modelos para las producciones de moda y la demanda de nuevos rostros se acumulaba.
La creación de mi propia agencia
Debido a esta gran demanda me propuse crear mi propia agencia. La oficina de empleo berlinesa, por la situación aislada de la ciudad, poseía el monopolio y consideraba una agencia privada como algo superfluo. Entonces pasé al plan B. Aprendí un idioma extranjero (el español) en Madrid. Para sobrevivir también ejercí allí como modelo, donde podía elegir entre 4 o 5 buenas agencias. La diferencia con Berlín era inmensa en todos los aspectos. Mientras que en un casting en Berlín tenías una posibilidad entre tres, en Madrid había al menos 99 candidatas que me parecían mucho más adecuadas que yo. Cayó el Muro y vi lógico volver, ya que tras haber trabajado tanto en Berlín como en Madrid, estaba segura de que buscarían caras nuevas, y además me había instruido en comercio. La suma de todas mis experiencias hasta el momento desembocó en la idea de fundar una agencia de modelos en Berlín. Escogí la palabra española “viva” para darle nombre a mi agencia.
El trabajo
El trabajo en una agencia de modelos casi siempre se asocia al glamour, la belleza perfecta (rostros simétricos y cuerpos jóvenes y atléticos) y los sueldos por las nubes. Junto al trabajo comercial, aún hoy me divierte muchísimo tratar con gente extraordinaria. Un ejemplo ideal sería una chica joven, a la que podamos motivar para el trabajo, que disfrute con él y aporte cierto talento. La apariencia y la personalidad deberían estar a la par, ya que para una persona joven puede ser a veces duro soportar no ser elegida después de treinta castings. De ahí que una fuerte autoestima, la disciplina y un claro sentido del humor sean premisas esenciales para poder ejercer esta profesión. Hay razones de lo más increíbles por las que alguien no es elegido: orejas demasiado pequeñas, demasiado grandes, estar muy derecho, o no lo suficiente… La lista es infinita. Pero a veces es todo cuestión de química entre las personas. Ya se ha dado el caso de que una nueva modelo reciba grandes elogios tras los primeros diez trabajos con varios clientes. De pronto, un cliente llama y se queja de que la modelo no sabe moverse, parece aburrida, sin motivación y, por si fuera poco, se muestra intolerablemente caprichosa.
¿A quién creer entonces? La agencia debe crearse una impresión correcta y lo más objetiva posible para poder actuar de forma justa y diplomática. Todos deben recordar la cooperación con satisfacción. Al final, el resultado es lo que cuenta.
La personalidad es clave
La carrera de los modelos comienza normalmente desde un nivel local, para luego proyectarse internacionalmente. Esto requiere de una gran confianza mutua. La “agencia madre” no puede estar en París, Londres, Tokio, Milán y Nueva York para alentar a los modelos y darles fuerzas en momentos de nostalgia, soledad y falta de autoestima, ni tampoco para aquietar el ánimo exaltado que suele ocasionar una carrera tremendamente exitosa. Cuando una carrera prospera y se gana dinero, vemos que no nos hemos equivocado, nos enorgullecemos y nos alegramos enormemente por los modelos y por nuestra agencia.
La agencia de modelos VIVA existe ya desde hace casi un cuarto de siglo y eso me agrada. Este negocio, a veces mal considerado como una “trata de humanos”, tiene muchas facetas apasionantes. Se conocen personalidades lúcidas y muy interesantes, a menudo simpáticas, alegres y bien dispuestas, aunque también algo alocadas y, por lo mismo, peculiares. Mi madre siempre me ha dicho: “Rodéate de gente joven y así permanecerás joven”. Tiene razón. Aunque la tendencia actual de la moda busca también rostros más maduros. VIVA siempre ha ofrecido personajes de todas las edades para la publicidad. En los casos de más éxito, lo importante no ha sido ni la edad ni la belleza impecable, sino, ante todo, el carácter y la capacidad interpretativa.
Andrea Matthias nació en Berlín. Trabajó 10 años como modelo. Desde 1990 es propietaria de la agencia de modelos VIVA Berlin.
www.vivamodels.com