Digno de una visita

María Luz Moraleda
España

En un lugar de La Mancha… Almagro

Ya no íbamos sobre caballos, pero nuestra travesía entre caminos perdidos, viñedos y campos de cereal seguía siendo una aventura como las de Don Quijote y Sancho Panza sobre el infinito horizonte manchego de molinos de viento.

Nos dirigíamos a Almagro. Allí se encuentra un tesoro digno de visitar: el Corral de Comedias. El único del Siglo de Oro aún en activo y que se conserva completo en el mundo. Esta localidad española de la provincia de Ciudad Real está a unos doscientos kilómetros al sur desde Madrid.

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Empezamos a caminar por sus calzadas empedradas y a respirar historia a cada paso. Es fácil retroceder cuatro siglos e imaginarse a las familias de nobles, ganaderos, comerciantes y terratenientes que vivieron en la capital de la Orden de Calatrava. Sus casas solariegas, conventos y palacios siguen en pie.

La trama urbana de Almagro nos conduce a su corazón, la Plaza Mayor. Con un estilo centroeuropeo y único en España, dos flancos verde esmeralda de galerías acristaladas sobre soportales de columnado toscano componen esta plaza rectangular. A ambos extremos, se observa el edificio del Ayuntamiento y un jardín con la escultura ecuestre de Don Diego de Almagro, conquistador de Perú, Chile y primer europeo en llegar a Bolivia.

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Nuestro cometido es buscar el número 1 de la plaza: el Corral de Comedias. Este teatro barroco fue construido por Leonardo de Oviedo en el patio interno de unas casas plebeyas en 1628.

Entonces toda pieza teatral profana era considerada “comedia” aunque también se representaran otros géneros. Lope de Vega, Tirso de Molina o Mateo Alemán dirigieron aquí sus obras.

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La palabra “Almagro” procede del árabe y significa arcilla rojiza. Y de este color son los cincuenta y cuatro pies rectos de madera que visten los dos pisos superiores del Corral. Su contraste con el blanco puro de las paredes en una zona rica en horas de sol regala una luminosidad natural que da vida a la escenografía.

Con la elevada producción cultural del Siglo de Oro, los patios interiores de casas o posadas servían para entretener a las diferentes clases sociales en un mismo lugar. Aunque juntos pero no revueltos. En el centro del patio y bajo los soportales de piedra, veían el espectáculo los hombres menos pudientes; llamados “mosqueteros” por la violencia con la que sus ovaciones o silbidos decidían sobre el éxito o el fracaso de la obra, de unas cuatro horas de duración.

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En los laterales de los dos corredores superiores se sentaban las clases altas. Sólo los nobles podían usar los aposentos de estas galerías y ver sin ser vistos a través de tupidas celosías. Las mujeres tenían su sitio en las “cazuelas”; las galerías centrales frente al escenario.

Julio es el mes recomendado para visitar Almagro por una buena razón. Cada año se celebra el Festival Internacional de Teatro Clásico en 16 espacios escénicos de gran valor histórico.

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Seguimos por una de sus arterias, la calle San Agustín. Nos llama la atención una señora sentada en la calle que manipula a gran velocidad filas de hilos sobre una almohadilla con agujas. Es el encaje de bolillos, una tradición transmitida de madres a hijas durante siglos. Ahora la clientela ha cambiado a turistas curiosos de todas las partes del mundo.

No entramos en el Museo del Encaje y Blonda porque la propia colección de la señora María y su hermana ya nos parece uno lleno de historias. Según ellas el origen de esta artesanía procede de la llegada a la ciudad de los flamencos de los Países Bajos y Carlos I. Pero nos advierte que no todo el mundo está de acuerdo, pues hay escritos sobre el encaje del propio Cervantes anteriores al siglo XVI.

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No hace falta preguntarse por qué esta ciudad fue declarada Conjunto Histórico Artístico cuando se ven portadas de edificios como el Convento de la Asunción de Calatrava, el del Palacio de los Marqueses de Torremejía, o el de los Condes de Valdeparaíso.
Tras una parada gastronómica para degustar queso manchego y berenjenas de Almagro con un vino de la región, atravesamos la calle en la que Almodóvar rodó su película “Volver”, la Federico Relimpio. Después de su rodaje escribió:
“Adoro la austeridad de estas calles, el suelo empedrado, las ventanas de hierro negro, sin macetas, limpias de cualquier tipo de adorno. El zócalo oscuro. La luz intensa del día.”

Nos vamos, pero volveremos.

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María Luz Moraleda nació en otro lugar de la Mancha, Herencia, el 26 de agosto de 1988. Estudió las licenciaturas de Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad Carlos III de Madrid y en la University of Central Lancashire (Inglaterra). Desde septiembre de 2012 vive y trabaja en Berlín.

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